Del extremo norte hacia el sur de Madagascar

Publicado el 15 de diciembre de 2023, 7:18

Nos roban el dingui 

 Conocimos, por las calles de Diego Suarez, el capitán de un cargo , chileno, y nos pusimos a charlar- Entusiasmado con nuestra historia nos invitó a cenar a su barco, y mostrarnos el interior- Dejamos el dingui atado al pequeño dec hecho a ese efecto, y fuimos a visitar a nuestro nuevo amigo- Con mucho placer nos mostró las cabinas, las salas de máquinas y nos explicó el funcionamiento del barco- A eso de las 20h salimos , no queríamos dejar el dingui y el barco mucho tiempo solos- Pero al llegar al dec, el dingui no estaba- Solo un pedazo de cabo, cortado- 

 Claro que buscamos un rato largo por las orillas, en vano- El dingui para nosotros es de suma importancia- No paramos casi nunca en puertos, vivimos fondeando y nuestra única manera de ir a tierra, de traer víveres, es el dingui- Sin embargo no sentía bronca- Mi hiJo me dijo por la mañana que tal vez los ladrones lo lamentarían y lo traerían de vuelta- “Ponete en su lugar, Mae”, le contesté- Ellos no tienen nada, muchos niños acá ni pueden ir a la escuela, les falta de todo, y nos ven llegar con este barco, y piensan que somos ricos”- “pero no es asi!” protestó mi hiJo, que bien sabe que, al priorizar en nuestras vidas la aventura y el amor, vivimos con una economía ajustada- “no es así pero ellos no lo saben” le contesté- “Y aun asi, tenemos mucha suerte, nosotros, sabes- Lo tenemos que ver como una donación--- un poco forzada- Pero mira, lo que se llevaron se los regalo- Es como la repartición de las riquezas, el compartir de lo que tenemos- Este país y esta gente nos está dejando mucho, nosotros dejaremos el dingui- Y ya aparecerá una nueva embarcación-" 

Asi era, asi sería- Todo tiene un balance en la vida, hace mucho que aprendimos a dejar ir- Le deseamos a nuestro Cangrejo ( ese era su nombre) una segunda  vida muy buena en ese país maravilloso- Y decidimos familiarizarnos con el viejo kayak que se subió a bordo-

La salida de Diego Suarez fue espectacular y entrar al mar esmeralda fue igual de impresionante-El mar nos empujaba y la entrada era angosta entre arrecifes- El color del mar cambió drásticamente- Si los islotes detenían algo del amplitud de las olas, no llegaban a ofrecer un fondeo totalmente calmo- Pensábamos estar allí dos o tres días pero consultamos el pronostico, el fuerte viento sureste previsto para dentro de dos días se había adelantado y decidimos seguir rumbo- 

mucho viento en el mar Esmeralda

La naturaleza, magia al estado puro
Fondeamos en unas pequeñas islas, donde decidimos pasear por la mañana- Diego y Oiuna salieron en el muy recientemente bautizado el Calamar, mientras que con Mae íbamos caminando- La isla era virgen, su encanto era indecible- Sus rocas sus piedras, los rapaces que tiran la señal de alerta, los corales intocados- Era marea baJa, y nos bañamos en una pileta caliente repleta de corales y de peces multicolores, encontramos fosiles y caracoles hermosos- Salimos para dar la vuelta en un par de horas, pero los cuatro regresamos a la Tortuga cuando ya atardecía-

Era un atardecer en que el cielo explotada en colores calidos e intensos – Levantamos el ancla con el principio del térmico- Era noche sin luna y el barco formaba dos estelas brillantes y plateadas a sus lados- El viento era regular- nada anunció la primera ráfaga de 20 nudos bao el cielo intensamente estrellado- Acomodamos lo más rápido posible las velas- Ya el mar se había transformado- y competía  con el cielo con sus rompientes que formaban líneas luminosas a pérdida de vista- De vez en cuando una ola nos pasaba por encima-                                                                          

En la madrugada ya entrabamos en una zona con menos viento- A lo leJos aves y peces y el lomo de una ballena tiburón- La naturaleza nos ofrece momentos de magia pura, siempre me vuelvo a sorprender y maravillar frente a ella, y es con un profundo agradecimiento hacia la vida misma que la admiro, consciente que poder sentirla y presenciarla es un regalo valioso- Nos pueden robar un dingui- Podemos perder por el mar un obeto, el viento se puede llevar una ropa- Pero lo que nos deJan los momentos vividos, es un tesoro inabarcable que nadie nos podrá quitar-

Diego vaciando el agua que entra en el kayak

Al encuentro del pueblo del mar

Los marineros no suelen aventurarse al sur de Madagascar antes de cruzar el canal de Mozaombique- Las razones son varias, la primera es que el tramo para cruzar es más largo, la otra es que del lado de Mozambique la corriente porta, y los vientos dominantes también, cuando en Madagascar hay corrientes en contrar y un sur que entra regularmente- Pero no tenemos modos de comunicación a bordo, internet satelital, y del lado de Madagascar siempre nos podríamos acercar a la costa para tener señal con nuestra carta sim, lo que nos permitiría ver el pronostico regulamente, esencial en esa zona del mundo- Asi que nos lanzamos hacia el sur, con sus aguas de mar marrones, agua de rio mezclada con mar y el sol que amanecía a veces con tonalidades amazónicas, dándoles a las mañanas un ambiente de delta-  Sus largas costas blancas, bordeadas de verde, sus ríos amarillos y sus manglares que avanzaban sobre el mar, los  flamencos rosados  que sobrevolaban el mar, y las aguas marrones que entraban al mar y se delimitaban mistoriasamente con una frana azul-

Para protegernos de un sur fuerte que llegaba decidimos entrar en un canal, a pesar del riesgo que suponía- No había, cerca, otro reparo- Llegamos con marea baJa, asi que anclamos frente a la playa en las aguas que vibraban de vida por doquier: goelettas con tres velas, pequeñas embarcaciones con velas cuadradas, canoas de madera-

Tantas actividades y sobre la playa la gente descargando barcos y Jugando al futbol- Hablamos con unos pescadores que pasaron cerca de Tortuga- Todos nos decían de entrar al canal entre las 3 y las cinco y señalaban hacia lo que en aquel momento de la mañana era un inmenso banco de arena donde recolectores caminaban lentamente la cabeza hacia el piso- De nuevo estudiamos la ruta en las cartas, no parecía existir- A partir de las dos vimos algunos barcos pesqueros anclar delante de lo que debía ser la entrada al canal- Nada lo denotaba- también fuimos a anclar a sus lado sa eso de las dos- entonces había olas entre 1-5 y 2 metros- y esperamos, decididos en user los últimos en pasar- El viento iba en aumento, aun no era sur, pero era un suroeste cuya potencia delataba el sur que se escondía detrás- el primer barco se lanzó a las tres- la marea solo subía desde hacia una hora-

en su proa un hombre iba con un largo palo de madera y sondeaba los fondos- pareció quedar atrapado en las aguas marrones un rato que parecio ser una eternidad- y parecía sacudido por la marea que subia y las olas que entraban de popa- Al fin se liberó y siguió su camino- nosotros quedamos convencidos que esperaríamos a que suba mas- a eso de las 4 se lanzó otro barco- avanzó mas pero también lo vimos encallarse, marcando el lugar donde no había que pasar- uno de los hombres tuvo que baarse y pudimos ver que el agua solo le llegaba a la cintura- se quedaron aih, atrapados entre las rompientes, hasta que la marea subio mas y pudieron seguir su ruta- El último barco se lanzó por fin a eso de las cinco- hizo un recorrido perfecto, y pasó sin problemas bao nuestra mierada atenta- ese ra nuestro turno- ya soplaban 25 nudos y había dos metros de ola, levantamos el ancla , haciendo equipo con Mae que me señalizaba con gracia y muchos chistes hacia donde llevar el barco mientras diego tiraba de la cadena dentro del pozo de ancla- estabamos ya intentando seguir la huella invisible del ultimo barco, bailando entre las olas, cuando se acercaron las magnificas goelettes, que venían de mar abierto, con todas sus velas puestas, y el viento en popa, magnificas con sus dos mástiles, y sus delfineras, sus tres velas bombeadas, sus cascos de madera- venían rápido y abrimos paso para dear pasar toda la carvana –

las cuatro embarcaciones se acercaron hacia tierra y nosotros cerramos la carvana- era simplemente extraordinarias verlas, seguir el sol que Jugaba en sus velas, las cartas que no servían de nada, las olas y las rompientes caóticas haciendo espuma por doquier- sublime, extraordianario- pasamos a lo mas bajo a un metro, las vimos adentrarse en el angosto canal que, según la imagen satelital estaba bloqueado por un banco de arena- Prudentes, nos adentramos en el canal, con los manglares bien pegados a estribor, quedo agarrada en tres puntos, firme y quieta como si estuviera en puerto, y decidimos abrir nuestra botella de vino para festear esa navegación tan absolutamente esplendida y adrenalitica- Varias goeletes estaban amarradas cerca de Tortuga- Los hombres sonrientes y alegres me miraban con extrañeza, yo los miraba admirada: esos hombres se entregan aly pronto tiramos las anclas y amarramos a TOrtuga a los manglares- Al lado nuestro, varias goelette, y sus capitanes que me miraban extrañados- Yo, miraba absolutamente admirada a esos hombres del mar- Sin motor, sin GPS, sin pronostico, sin winch, con sus velas rotas, botavaras de madera, ellos son los verdaderos marineros- Y me sentía infinitamente privilegiada de poder estar unos días abarloada a su nave, compartiendo cotidiano-

Ellos son Vezos, lo que en su idioma significa, “nómades del mar”- Viven en familia sobre sus goelettes, yendo de aquí para alla- Los vemos hacer fuego por la mañana, en la proa, y cocinan con las brasas- Por la noche duermen en la cubierta, envueltos en sabanas, solos o en parea- Y en el silencio del canal, de vez en cuando, surgía una risa-

Uno de los capitanes, Loloe,  nos acercaba a la orilla en su canoa, para que vayamos a pasear, o al mercado- EN las orillas, hombres y muJeres a la sombra de las velas, pintando su casco,  reparando sus barcos- Un anciano se nos acercó y nos dijo, "ellos tienen la juventud, antes yo también la tenía"- "Es lo mismo para todos", contestó Diego, y nos reimos los tres de esa evidente igualdad entre humanos-

nuestros vecinos por unos días

La marea estaba baja y las mueres con palanganas o canastas sobre la cabeza, caminaban esas extensiones de arena húmeda que unas horas antes estaban baJo el agua y que habíamos pasado navegando– Un hombre llevaba sobre la cabeza una palangana con enormes peces que rebosaba de ella- Todo vibraba en esa gente del mar, como si hubieran salido de él , y fueran de su familia, con sus mitos, sus mareas, sus trampas y sus secretos-

Nos fuimos tierra adentro, a caminar entre baobas- Las casas de arcilla y de paJa, un hombre que regresaba de seis Kilometros de caminata entre las hierbas secas y los gigants arboles había ido a cosechar una bolsa de batatas, estaba contento con la cosecha- el paisaje era deslumbrante, la gente era sonriente, pero esa tierra tan seca me parece mas amenazadora y mas despiadada que el mar-

Mi hija debe haber presentido la pobreza que podía encontrarse en aquellos paraes- De vuelta al barco, me dio: cómo será que esa gente, que ha perdido tanto, todavía pueda sonreir y reír como lo hacen?  

 

Salir de aquel canal también supuso mucha adrenalina- Nuestros vecino salieron unas horas antes- Con la marea subiendo pero aun muy baja- Nos preparamos a la par- y los despedimos- la lenta caravana de goelette empujada por palos se puso en marcha en el silencio de la mañana salpicado por las alegrías de los marineros- Antes de que la marea este totalmente alta, pusimos el motor- Pasamos ante del puertito animado, y entonces, de pie y al timón, enfrenté el panorama : rompientes a babor , a estribor, en proa, olas grandes y saltarinas- Decenas de pirogas coloridas entre las olas- Y más allá el barco de Loloe y los amigos, del otro lado de la rompiente, alejandose sublimes hacia mar abierto- Si ellas habían pasado, nosotros también pasaríamos- Y me concentré en en esa idea- Las grandes velas a lo lejos me daban el valor de seguir navegando entre rompientes y de enfrentar la ola de frente- En momentos como esos tengo la mente muy despejada y me siento tranquila, a pesar de la adrenalina, o quizás por eso- No es un pensamiento racional, solo un "podemos hacerlos, lo vamos a hacer " en el que pongo toda mi energía y mi voluntad-  

Salí fascinada por esos encuentros- Absolutamente admirativa de esa gente- Y más humilde que antes- Unos días después mi admiración creció aún más, si es que eso era posible- Necesitando reparo de un Sur, nos refugiamos en un atardecer tras un islita, muy pequeña, a una decena de millas de la costa- Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí entonces que la isla tenía barcas, y gente en ella- Mucha- Sin embargo no había casas, ni construcciones- Se acerco una piroga, con cuatro hombres a bordo, tenían un balde repleto de enormes langosta que nos ofrecieron contra muy poco dinero- Y unos gorros-

Picados de curiosidad decidimos baar a tierra, en su canoa- Entonces se abrió ante mi un panaroma surealista- Familias enteras, niños, mueres, hombres, vivían sobre esa larga y angosta playa que era la isla- Construian sus cocinas con corales, para proteger al fuego del viento, y dormían a cielo abierto- Con apenas un par de herramientas, construían sus barcos, con clavos de madera, armaban su smastiles, secaban su pescado y sus pulpos- Trabaaban con música y cantos-

Vivian ahí, hecho uno con los elementos que los rodeaba, uno con la arena y el viento- Uno con el mar- No tenían casi nada, fuera de su inmensa sabiduría sobre como sobrevivir en esos ámbitos- Y les desee que esa inmensa riqueza, ese saber , no se les perdiera nunca-

algunos de ellos se suben a bordo para que les prestemos herramientas

La aventura sigue

La aventura sigue- En un pueblo hecho de dos calles hicimos nuestra salida- No había ni migración asi que no nos sellaron los pasaportes- La policía marítima nos dio que no pasaban nunca veleros por allí- EN la playa unos niños jugaban con un barco miniatura construidos por ellos- Aun en el juguete se podía ver la destreza que tenían los peques con la madera, y con el viento- EN la madrugada, los habitantes de aquel pueblito salían a pescar, entre risas y cantos, con sus velas o con sus remos- Y nosotros, agradecidos por todo lo que nos dio este país, su gente y mar, levantábamos el ancla para cruzar el canal de Mozambique-

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