de Port Said a Bab el Mandeb, el mar rojo

Publicado el 15 de febrero de 2023, 7:18

“Este sueño quedará pues en mí, como un fermento de energía - una fuente de calor donde, sin saberlo, encontraré la fuerza para emprender y luchar - no importa la quimera, sólo vale la pena perseguirla - Si, como dicen, a la fortuna no le gustan los viejos, es porque se han vuelto incapaz de creer en estas quimeras -esos espejismos del espíritu- Los jóvenes, por su parte, esperan siempre alcanzarlas y perseguirlas con entusiasmo, derrocar a los obstáculos, sin tomarse el tiempo de medirlos, ni temerlos»            Henry de Monfreid         

De Suez a Suakin 

Cayó la noche en Puerto Suez y se me acercó un viejito con el que Diego había hablado- Estaba en su bote de pescador, y se vilsumbraba un enorme bulto bajo telas- “Madam, Madam, where is my husband?” me preguntó y claro sonaba muy cómico- “My husband?” Yes, yes- Le informé que el husband, suyo o mío, había salido, y él me hizo entrever su carga: llevaba 200 litros de diesel que pretendía subir a mi barco sin que nos viera la policía, ya que no era legal- No nos había quedado otra que pedirle ayuda a ese viejo pescador, ya que la estación de diesel del puerto estaba vacía y que era imposible ingresar diesel a la marina con el control policial en la entrada- Ahí siguió una escena algo absurda, en la que yo intentaba subir los gigantescos bidones con la ayuda del tangón y el viejito se rompía la espalda intentando ayudarme desde su barca inestable- Yo no paraba de decirle que cuide su espalda mientras constataba la inutilidad de toda la maniobra, y sobre todo la falta absoluta de discreción- Al fin oí una voz tras mía, otro hombre con el que Diego había hablado- Me pedía permiso para subir a bordo- “Madam, I hope you understand this is not legal, you have to be fast- let me help you”- No dudé en aceptar y a partir de ahí mi única participación era decirle a ambos hombres que se cuidaran la espalda, lo que les causó muchísima gracia-                         Por la mañana, temprano, Diego y yo nos quedamos un rato sentados en el viejo muelle, mirando hacia el mar, casi sin verlo- Todo estaba listo para zarpar pero seguíamos dudando- Desde Grecia habíamos encontrado a una pareja de marineros para que hicieran el viaje de Suez a Tanzania con nosotros- Eso nos daba mucha tranquilidad-  Ellos viajaron al Cairo mientras nosotros navegamos hacia Egipto- Pero  cuando llegamos a Suez, nos avisaron que no vendrían_ la familia de ella se asustó con la amenaza pirata y le suplicó que no viajara- El hombre decidió quedarse con ella y ambos estaban en el Cairo viendo por dónde seguían- Esa travesía era de lejos la más grande que emprendíamos-  Un mar que podía ser difícil, la imposibilidad de tener a veces el pronóstico del viento, las corrientes, la facilidad con que se forman olas grandes en el mar rojo, el arduo estrecho de Perim temido por los más experimentados marineros, el interminable golfo de Aden con vientos olas y corrientes en contra, y la cantidad extraordinaria de cargos y plataformas petroleras- Habíamos decidido lanzarnos en esa ruta sabiendo poco y con el impulso que nos caracteriza, y habíamos encontrado tripulación para palear lo que iba a ser lo más difícil_ el cansancio- Las guardias nocturnas de a 4 significaban un descanso incomparable- Y no solo- A partir de ese momento, no habría más puertos con manguera, diesel y agua – Los 400 kilos de agua que tendríamos que volver a cargar regularmente se harían a fuerza de brazos, en bidones cargados sobre nuestro anexo sin motor- Lo mismo con el diesel- Pero eso, ni lo sospechábamos aún- Siempre me pareció inútil empezar a considerar en detalles las dificultades que vendrían del futuro: de lejos siempre parecen insuperables, pero cuando uno está delante se encuentra la manera de superarla-                                                                                                                                        Compartiendo unos mates, formulamos la idea de que teníamos que tener mucho cuidado con el ambiente a bordo, que podría empeorar con el cansancio- Dibujar claramente los cambios de guardia, hablarse siempre con gentileza, no exigirle a los niños su participación y felicitarlos cuando ayudarían- Yo me hice cargo de las comidas, que es algo que levanta el ánimo y fundamental para estar bien- Después de ese breve intercambio, nos volvimos a callar-  Sentados, uno al lado del otro, mirando hacia la loca ruta que teníamos por delante, nos tomó tal vez diez minutos de silencio decidir seguir igual-                

“Tortuga vessel Tortuga Vessel Tortuga Vessel”, agarro la radio, contesto, siempre divertida y encantada de oir el nombre de mi nave en la VHF, con acentos tan diversos- Estoy absorta por el paisaje, por la emoción de entrar en el golfo de Suez, en las aguas del mar roo, intentando adivinar las orillas de arena en mi proa, despidiendo las orillas de pueblo egipcio a mi popa- “Yes?” “Tortuga vessel, a very big cargo boat is behind you, please take care” “Ok” contesto yo, sin saber bien qué se supone que haga- Al minuto, de nuevo me llaman por la radio “ Tortuga, you are in the middle of the cannel, please, move out”-    

Ahí miro el mapa, y efectivamente estoy en el medio- Me sale una carcajada, y cambio de rumbo- El gran barco pasa, y otro- Ansío el momento en que salgamos del golfo, alejarme de la presencia de esos gigantes a babor y de las plataformas petroleras a estribor- Aparecen  medusas grandes, los chicos está muy excitados- Mae observa que el mar huele distinto, y que es más salado- El piloto automático que hicimos reparar en Egipto funciona, y la tripulación está relajada- llegamos de Grecia hace solo una semana, y entre el estivar y visitar el Cairo, hubo poco descanso- Pero sabemos que este mar nos va a ofrecer nuestro primer descanso- Puerto Suakin, Sudan, está a 800 millas, con viento portante- El velero está  cargado de frutas ricas- Y el hecho de entrar a este mar tan ansiado nos tiene radiantes-

Cuando por fin dejamos el golfo, el viento sopla, de popa- Los cargos quedan lejos, aparecen delfines que acompañan durante un rato largo- Maé y Diego sacan cantidades de calamares por las noches, y Mael, muy comprometido con la pesca, los limpia y los prepara para la sartén-    No hemos conocido eso en el mediterráneo_ el mismo viento, dia y noche, días tras días- Se encuentra el equilibrio, y el barco va- A bordo, comidas ricas, lecturas y estudios, juegos- Yo empiezo a leer a Henry de Monfreid que descargué en mi ebook, un aventurero y marinero francés que vivió y navegó todo el mar rojo hace un siglo-                                                                                                                                                                                     Un día con más vientos y olas que los demás, se rompe de nuevo nuestro pilotito automático- A partir de ahí, y por las miles de millas a venir, siempre tendrá que haber alguien al timón, día y noche- Algo que significará un cansancio que aún no medimos bien-                                                                                    Una noche nos pasan unos catamaranes con italianos a bordo , son skippers que llevan esos barcos a las Seychelles- Nos saludan por radio, nos hacen chistes, nos pasan, ellos van a motor-Nos dicen que nos esperan en Puerto Suakin, con un vinito;  Los reencontraremos durante el viaje, y de alguna manera da calor no hacer la ruta tan “solos”-

De Suakin al sur de Sudán

Sabíamos que Suakin era nuestra última parada con internet para ver el tiempo, antes de dirigirnos, con viento más o menos en contra, hacia el estrecho de Perim, famoso por ser durísimo, a veces infranqueable- Y dado la cantidad de millas que nos separaban, el tiempo cambiaría seguramente un poco- Los italianos y un viejo francés que vivía allí en su velero desde hace 18 años, un apasionado de Monfreid, opinaban que había una ventana 7 días más adelante, que no se podía despreciar_ durante 24 horas el viento menguaría y sería posible pasar- Eso significaba alcanzar el estrecho con unos días de mar cruzado y fuertes vientos- Calculamos que necesitábamos 4 días para llegar, y decidimos salir dos días antes, para detenernos en el sur de Sudan 24 o 48 horas –                                                   Salimos temprano- El viento estaba muy fuerte, y de través avanzamos rápido a pesar de que no sea muy cómodo, dado las grandes olas que venían de proa- Las olas nos pasaban a veces por encima y tenía los brazos blancos de sal- Los delfines acompañaban, muy juguetones con las olas, saltando y tirándose en su espuma blanca-                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

Navegamos así todo el día, y toda la noche- Cuando amaneció, quisimos virar hacia tierra, una tierra que sabíamos estaba, pero que no se vislumbraba – Una tierra protegida por barreras de arena, donde el mar se amansaba entre islotes- Al virar la genoa se nos fue de las manos, voló la escota, y, habiendo perdido la posibilidad de pilotear el barco, observando la batalla de Diego en proa prendí el motor, que hizo un ruido extraño y se paró- Habíamos navegado ocho días de Suez a Suakin, el piloto automático se había roto, el de viento no funcionaba con esos vientos y mares, y estábamos las 24 horas a la barra, Diego o yo- La parada en Suakin había sido muy corta, ya que habíamos percibido una pequeña ventana para pasar el Bab el Mandeb y los locales nos habían dicho que un tiempo tan clemente en esta época no era común- Además, son paradas con idas y vueltas en dinghy, sin motor, a la costa, cargando centenas de litros de agua, comida, diesel—Diego, nublado por el cansancio, me dijo que probablemente se había torcido el árbol de hélice  y que teníamos que poner velas hacia Suakin- Me sorprendió, era como si no razonara con claridad, y me pareció evidente que era la falta de sueño- Observé que quizás solo había algo trabado en la hélice, y que tendría que ir a ver- El cansancio, en esta larga travesía, ha sido sin lugar a dudas el mayor peligro- Diego se ató y a pesar de las olas se tiró al agua: efectivamente la escota de la genoa estaba atrapada en la hélice- El peligro descartado, pusimos la proa hacia la tierra-

Entonces nos llegó el viento que venía de tierra-  Transportaba ese aroma a sal, a iodo y a ostras del mar roo, pero  de fondo contenía un perfume maravilloso,  el perfume de una tierra que no se puede describir, que no se puede abarcar, pero sí se puede hablar de su olor; es un aroma que embriaga, que entra por la piel y lo llena a una de felicidad, de bienestar, un perfume que es una delicia, y un embrujo, atrae al viajero, prometiéndole el descanso;   

Nos fuimos metiendo entre islotes, siempre alguien a proa observando, además del gps- El paso era angosto y poco profundo- Pronto, ya no se sintió la influencia del mar, no había más olas- Los camellos, indiferentes, nos miraban pasar sobre orillas improbables- Tiramos el ancla, al reparo de todo, fascinados por el espectáculo que se ofrecía a nosotros- Era el de dos inmensidades que se encuentran- El aire habitado del silencio del desierto se expandía sobre la soledad del mar-  Era una brisa distinta- Venía cargada del movimiento lento de las dunas, y del sol implacable- Este paisaje nunca había sido imaginado por mí- Nunca pensado- Las dunas lentas, el  estremecimiento de la arena, a perdida de vista, sobre el mar- Las dunas del Sahara sembradas de conchas gigantes que contenían el canto del mar- Los niños se alejaron sobre el dinghy, para volver unas horas después con brillos en los ojos y tesoros en las manos- Mientras, en las aguas turbias, Diego rascaba el casco para liberarlo de todas las algas y moluscos-                       

Por la mañana salimos, y nos adentramos aún más en aquellas aguas, en la búsqueda absurda de un poco de red para verificar el pronóstico del tiempo- El hombre que apareció sobre aquella isla desierta entre las otras islas, con su tela de pollera y su turbante en el pelo, ese hombre sí, lo había imaginado- El anciano escuálido que nos hace señales y que nos lleva a su escasa sombra que también es su rancho, su mujer, con la piel arrugada, una piel hermosa, que parece madera trabajada por un escultor, que se parece a las dunas, el rostro tajado por algún ritual, el mismo tao hondo que tenían las mueres en Suakin- Las cabras, la carne de pescado y de los caracoles secándose al sol, las moscas, la leche de cabra- Con unos pocos gestos entendemos que agradecen a Dios, que tienen algún problema de salud, la demanda de azúcar- No tenemos, pero les damos otras cosas-Lentejas, arroz---               

Las huellas, los pasos lentos, las ruinas de una aldea que ya no existe, el pozo de agua, descritos en los textos de Monfreid- El hombre que nos besa las manos y que nos mira abordar nuestra nave- Todo eso sí, podía estar en mí- Pero el desierto del Sahara, que suelta su viento cargado de soledades sobre el mar, es la naturaleza otra vez, que me maravilla, me asombra- Quisiera quedarme días, embebiéndome de aquella verdad- Pero  ya Es hora de dejar aquel espacio fuera del mundo, para llegar a tiempo y pasar el estrecho de Perim mientras los vientos nos deen- Sabemos que allá fuera nos espera un transe muy duro- Las olas, el viento, la lucha con el mar, tenemos que enfrentar el Bab el Mandeb, el estrecho de las lágrimas- Qué vano es, llorar en el mar-

Bab el Mandeb

Tortuga se abre el paso sobre el mar/ Se fue la luna, hace un rato, y el cielo se llenó de estrellas-  Y en el agua resplandece el plancton a cada ola que bajamos- Seguimos enfrentando el viento y el mar, ambos concentrados, cuidando nuestras horas de guardia y las de descanso, cada tres horas- El estrecho de Perim es cosa seria, y temida- Sabemos que en caso de que el viento no nos deje pasar, no podemos buscar refugio tras las islas Hanish, o hacia la tierra: Eritrea está en una situación de guerra y los navegantes no son bienvenidos- Me han dicho a veces que no conocía al miedo- No es que no conozcamos el miedo-  Es que, cuando se presenta, voy hacia él hasta que se deshaga con el humo- No aguanto sentir que un miedo me paralice, entonces no le hago caso, no es, en mí, un argumento para detenerme o hacer media vuelta

Enfin, el viento soplaba totalmente en contra, y no podíamos demorarnos demasiad en hacer bordos interminables para avanzar pocas millas- Decidimos poner motor junto a las velas- En la segunda noche, me despertó la voz de Diego- Desde hace un tiempo, puedo reconocer a la manera en que él me dice “Anna” durante sus guardias: si se trata de una necesidad de ayuda técnica, una urgencia, un cambio de guardia o una preocupación- Según el tono, salgo del sueño con más o menos velocidad, con más o menos adrenalina- Ahí, el “Anna” no dejaba ninguna duda: había un problema- me levanté en seguida, la mente despejada_ Diego me miró, angustiado- “Nos estamos quedando sin diesel”- Eso, era grave- No podíamos ni empezar a considerar pasar aquel estrecho sin diesel- Era la primera vez, desde que salimos de España, que usábamos el motor, no teníamos mucho idea de su consumo ni del cambio de consumo según las condiciones marítimas-  Calculamos que nos quedaba para hacer unas 18 millas aproximadamente- Diego propuso entrar en territorio de Eritrea, y pedir ayuda por radio- Para mí, no era una opción- Observé que había un cargo anclado a 17 millas hacia el este, pero fuera del territorio de Eritrea- Era británico- Le propuse a Diego apostar nuestras últimas millas a ese cargo, y Diego cambio el rumbo- Necesitaba dormir, agotada y aplastada además por la tensión- Cuando me acosté tuve un sueño, soñé que un delfín subía a bordo, con un gorro de marinero puesto, para darnos una mano- me desperté tranquila, un sueño con un delfín significaba que nos ayudarían- Se lo trasmití a Diego ( no sé si tuvo mucho efecto), y seguí durmiendo, más relajada-                  

Cuando madrugaba estábamos llegando al lado del cargo, y nos comunicamos por radio- Les transmití la situación y me explicaron que tenían que esperar que abrieran las oficinas en Londres, pero que estaban seguros que nos ayudarían – Por decir la verdad, yo también lo estaba- Tenían un barco pequeño amarrado atrás y nos amarramos a ese barco- Nos vino a saludar el capitán, inglés, junto con un hombre de Kenia y otro de India- Todos adorables y sonrientes- “Con dos niños y un gato a bordo, nos dijo el capitán, no duden que los ayudaremos”-

Entendimos que alquilaban servicio de hombres armados para pasar el golfo de Adén, clasificado como zona de riesgo de piratería-Hace un siglo, cuando Monfreid navegaba estos mares en busca de perlas o transportando hashish, los ingleses también hacían negocios de armas en la zona-                                   En la situación tensa en la que estábamos, decidimos focalizar en lo positivo: Diego podía dormir mientras yo podía hacer panqueques, y podíamos pedir el pronóstico del tiempo- Pensar, rápidamente, en lo bueno que puede ofrecer una situación inesperada, te permite atrapar esas oportunidades al vuelo y transformar el momento- Aprovechamos las horas de espera para cocinar rico, hacer escuela, descansar- Nos trajeron el pronóstico impreso_ las noticias eran buenas, la ventana se había corrido de un día, llegaríamos a tiempo para pasar- A las 11h, Diego chupaba de las mangueras de Diesel para vaciar los bidones dentro del tanque, y a las 12h teníamos diesel en el tanque, y seguíamos nuestro rumbo-                                                                                                                                                                                                Pasamos el estrecho sin problemas, yo habitada por los relatos de Monfreid, observando aquel paso y las tierras de ambos países-  Después de la experiencia del diesel, veía a los cargos de otra manera- Pensé que atrás de aquellos monstruos de acero hay humanos, y por primera vez decidí comunicarme con ellos por la radio para pedirles que nos cuiden-Así fue como la travesía no fue tensa, siempre que un cargo no había cambiado su trayectoria a las cuatro millas de nosotros, los llamaba por radio, los saludaba y una voz amable me contestaba 4 veces sobre cinco - Después observábamos que el rumbo del cargo cambiaba ligeramente, para pasar lejos de nosotros- Incluso los que no contestaban cambiaban el rumbo- Hasta cruzamos toda la ruta en diagonal para cortar camino hacia Dibouti, pasando entre los dos islotes con forma de ballena donde se untan las aves a pescar, y las tortugas a ovar, y donde Monfreid encontró a un pescador sin piragua, casi muerto de sed, que había sido engañado por unos desertores de un buque que llevaba a los hombres de África a luchar en Europa, en 1914-               

No hubiera sido lo mismo, viajar sin los libros de Monfreid - Después de dejar el paraje de Khor Nawarat, encontré en sus frases una palabras: “es un espacio imposible de imaginar”- Esos textos me abrieron las puertas de las orillas que apenas entreveo- me hundí en el mar rojo de hace cien años, y llené las costas de aventuras y leyendas- Pero fue además asombroso y algo mágico reencontrar a la naturaleza que describe, inmuta, idéntica- los islotes cerrados, con sus desiertos sobre las aguas turbias y tranquila, el olor a iodo en el mar, y ese aroma, inigualable, a paz y a felicidad de su costa- los vientos, y las olas- los nómades semi desnudos con sus moluscos secándose al sol y hasta los grillos acompañados de temibles leyendas cuyo canto sonoro nos acompañó durante el paso del bab el mandeb ( sí, se subió un grillo a bordo)- Navegué por sus hojas, silenciosamente agradecida por haberlas compartidas-                                 

Hablando de Monfreid, él escribe sobre la lucha permanente entre intuición y razón que habita los humanos, entre el Sancho y el Quijote- y la idea de la mente que lucha con argumentos contra la certidumbre en lo irracional- Es cierto que todos los humanos tenemos esas luchas internas, y muchos tienens tendencia a querer callar la intuición, o a no ser más capaces de escucharla- Y sin embargo, qué belleza, qué alegría y poesía, cuando es el Quijote que avanza-

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